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Control Responsable del Crédito

Jueves, Noviembre 3, 2011

Autor :Javier Garcés Prieto
Licenciado en Psicología y en Derecho
Presidente de la Asociación de Estudios Psicológicos y Sociales
Profesor de Psicología del Consumidor

1. LAS VENTAJAS Y LOS PELIGROS DE LOS PAGOS DOMICILIADOS Y CON TARJETAS

Las nuevas formas y medios de pago, con la posibilidad de comprar sin dinero, han supuesto importantes cambios en la conducta de los consumidores, facilitando el consumo y el gasto.

Hoy en día, sólo una pequeña parte de los pagos e ingresos se realizan en efectivo. La mayoría se llevan a cabo a través de los bancos: las nóminas, los recibos, los préstamos o las compras con tarjetas de crédito deben cobrarse o pagarse -en la mayoría de los casos de forma obligada- a través de una cuenta bancaria.La representación material que supone la compra en efectivo tiene como efecto que, primero, existe una conciencia de pérdida cuando compramos, y por otro lado, la realidad de que no se puede gastar un dinero que no se posee.

Sin embargo, y atendiendo a los efectos psicológicos que produce la compra con tarjetas de crédito, en este caso no existe una pérdida material, una minoración inmediata de la capacidad económica, por lo que es frecuente que se produzca lo que se denomina “autooscurecimiento del gasto”, es decir, el olvido de los gastos realizados con tarjetas. Este mecanismo es mucho más intenso y frecuente en las personas propensas a la compra impulsiva, que de esta manera intentan defenderse de los recuerdos de las compras poco acertadas a través del olvido de los gastos realizados, y de esta manera, al recibir los cargos del banco, les resultan imprevistos, cuando se trata de compras realizadas ya hace algún tiempo y que se habían olvidado.

Como lógica consecuencia de esta situación, cada vez más personas se limitan a recibir pasivamente los extractos bancarios. Una de las consecuencias de ello es que los recibos ordinarios como el teléfono o la electricidad les resultan “gastos imprevistos” a muchos consumidores y, con más motivo, resultan imprevistos las cuotas de los préstamos y los cargos de las tarjetas de crédito cuando se refieren a compras realizadas hace ya tiempo y que probablemente tenían completamente olvidadas. Esto hace que las tarjetas, que son un útil y moderno medio de pago, se puedan convertir en una trampa para el com­prador impulsivo: el pago diferido hace que se compre con despreocupación, y se olvide de lo que ha gastado hasta que llegan los cargos correspon­dien­tes.

Por lo tanto, hay que recomendar a todos los consumidores, que deben mantener un control de su propia economía, previendo gastos e ingresos, llevando una sencilla contabilidad personal y supervisando los apuntes bancarios. Sin embargo, se ha ido perdiendo esta costumbre, limitándose a recibir las comunicaciones de los bancos y aceptar como bueno cualquier apunte bancario.

Respecto a la compra con tarjetas, es necesario distinguir el uso de las tarjetas como simple instrumento de pago, del uso como medio de obtención de crédito: en el primer caso, pueden contribuir a oscurecer nuestra conciencia del gasto y hacernos comprar en exceso. Pero más peligroso es aún acostum­brarse a gastar mediante las tarjetas de crédito el dinero que aún no se tiene.

Este peligro se ve reforzado por el hecho de que Bancos y estableci­mientos comerciales invitan a utili­zar el crédito para no privarse de cual­quier capricho, y tratan de seducir al consumidor para que no deje de comprar todo lo que se le antoje, sin pensar en el peso econó­mico que supone la compra a crédito

Para contra­rrestar este inconveniente de las tarjetas es impres­cindible anotar todos los gastos que realizamos y no pagamos en efectivo. Por ejemplo es útil tener siempre envuel­ta la tarjeta de crédito en un papel en el que se apunte cada operación realizada. Esto permitirá tener siem­pre pre­sente el gasto reali­zado y, por sí solo, hará que la persona se con­trole al tener que darse cuenta, cada vez que la use, de todo lo que ya ha gastado con ella.

2. El RECURSO RESPONSABLE AL CRÉDITO

Cada vez con más frecuencia, muchas personas se están acostumbrando a recurrir al crédito para la compra de bienes de consumo. El crédito se ha convertido de esta forma en un producto más de consumo de masas.

Basta con observar las agresivas campañas publicitarias, en las que se nos invita a no privarnos de nada, a no aplazar ningún capricho y vivir por encima de nuestras posibilidades, de manera que cualquier gasto parezca justificar el endeudamiento.

A través de estas operaciones de crédito como fácil y rápido recurso, podemos acceder a todo ello- se nos dice-, aunque sea a cambio de entrar en una sucesión continua de pagos de esos créditos, destinando una importante parte de nuestros ingresos al pago de unos intereses, muchas veces elevadísimos.

En estos casos, los riesgos son especialmente elevados para un grupo de personas cuyas características psicológicas y actitudes personales les hacen especialmente propensas a la pérdida del autocontrol económico.

El efecto de todo ello ha sido una clara frivolización de crédito, al pasar de una cultura en que la valoración del ahorro era importante, a otra donde se prima y potencia el endeudamiento. Éste se ha asumido e integrado en la cultura familiar como algo casi inevitable, de manera que lo esencial en estos momentos es informar y asesorar sobre la introducción de criterios que puedan ayudar a controlar y gestionar ese endeudamiento familiar, evitando un riesgo excesivo.

Por otra parte, ya hemos mencionado los riesgos de un uso excesivo e inadecuado de las tarjetas de crédito, que se pueden convertir en un peligro para muchos consumidores, que puede endeudarse de forma incontrolada.

Por lo tanto, consideramos que es tarea básica el incidir en la idea del consumo responsable de crédito, la necesidad de introducir criterios de racionalidad en nuestro comportamiento económico, recordando que ninguna familia tiene las mismas necesidades que otras, que debe establecerse previamente una relación de prioridades realista, de acuerdo con sus ingresos.

Antes de tomar decisiones que supongan un endeudamiento familiar importante, debería evaluarse la necesidad objetiva de ese bien, así como el coste real del crédito y la capacidad de reembolso, a través del planteamiento de una serie de cuestiones: 

1. Valorando la urgencia y necesidad real de acudir al endeudamiento:

  • ¿El fin de la compra es tan importante como para que realmente tengamos la necesidad de endeudarnos?
  •  ¿Realmente precisamos lo que vamos a comprar a crédito? ¿Cómo y cuantas veces lo vamos a utilizar?
  •  ¿Seguirá teniendo valor cuando acabemos de pagarlo totalmente?
  •  ¿La satisfacción que nos va a proporcionar compensa el coste económico (incluidos los intereses) que vamos a pagar?
  •  ¿No podemos esperar a realizar la compra cuando tengamos ahorrado más dinero (o todo el dinero) y ahórranos intereses y gastos.

2. Evaluando su coste real, y nuestra capacidad de reembolso:

  • ¿Qué consecuencias implicará en nuestra economía a medio y largo plazo?
  •  Los pagos mensuales a realizar, ¿se ajustarán al presupuesto familiar o personal?
  •  ¿Cuánto tiempo necesitaríamos para poder ahorrar la cantidad necesaria y pagar en efectivo?
  •  La tasa de interés que vamos a pagar, ¿es realmente baja para este propósito?
  •  ¿Tenemos la posibilidad de acudir a alguna otra fuente que resulte mejor para financiarnos?
  •  En caso de que surgiera alguna emergencia, ¿dispondríamos todavía de margen para hacerle frente?

3. TÉCNICAS DE AUTOREGISTRO PARA EL AUTOCONTROL DEL GASTO

El objetivo de cualquier autoregistro es apuntar las actividades que realizamos para poder recordarlas y analizarlas. En el caso de los gastos e ingresos económicos supone un instrumento muy efectivo para controlarlos y poder racionalizar la economía personal y valorar nuestros ahorros y endeudamiento.

Todos los consumidores y especialmente los que tienen problemas de autocontrol económico, así como todas aquellas personas que llegan apuradamente al final de mes, deben marcarse como objetivo prioritario empezar bien la administración de sus gastos mensuales. Para alcanzar este reto lo primero que debe hacerse es elaborar un presupuesto que permita alcanzar los últimos días del mes con un saldo positivo.

Para ello es básico acostumbrarse a llevar una Contabilidad Personal, de manera que se pueda calcular de forma anticipada los gastos que deberán realizarse y los ingresos que se van a percibir en un periodo determinado.

De esta manera, podremos valorar y determinar no sólo acciones futuras, sino también detectar las cuestiones problemáticas que pudieran existir en nuestros hábitos de consumo.

En efecto, hacer una evaluación de los gastos que hemos realizado en los meses anteriores, ayuda notablemente a formarnos una idea de los gastos que deberemos afrontar en el futuro o nuestra capacidad de endeudamiento. Un claro ejemplo son los gastos imprevistos a los que nos hemos referido, que con frecuencia, sorprenden en una economía familiar, y que cuando se analizan, muchas veces, se comprueba que no son gastos imprevistos, sino gastos extraordinarios (por ejemplo seguros, pago de impuestos, revisiones del coche, cumpleaños y celebraciones familiares, matrículas, etc), es decir, gastos en definitiva que no tienen periodicidad mensual pero que sí son previsibles. Bastaría con mirar el mismo mes del año anterior para estar prevenidos y que no supusieran una desagradable sorpresa.

Cualquier presupuesto personal que se quiera plantear deber ser, por una parte, realista, no puede ser una mera declaración de voluntad o listado de gastos fijos, y por otra, personalizado, es decir, debe adaptarse a la situación, ingresos y hábitos de gasto del que lo realiza.

Entre estas técnicas de autoregistro que pueden llevar a cabo los consumidores, resultan especialmente apropiadas las siguientes:

  • Un Libro diario de gastos, imprescindible para las personas con problemas de autocontrol en la compra o el gasto, en el que deben diferenciarse los pagos en efectivo de los gastos realizados con tarjeta, evitando de esta manera problemas como los de autooscurecimiento del gasto, ya mencionados.
  • Una Hoja mensual de gastos y ahorro previsto es muy recomendable para todos los consumidores. Permite tener una visión instantánea de la situación económica en un momento determinado del mes, y modificar decisiones de gasto dependiendo de los objetivos de ahorro que se hayan marcado inicialmente. El primer aspecto a tener en cuenta es contabilizar el dinero que se va a ingresar al mes. A continuación, se descuenta del mismo los gastos fijos (caso de luz, agua, teléfono, colegios, etc) teniendo en cuenta los pagos de amortización de los prestamos contraídos. Como medida preventiva, no conviene olvidar en esta partida asignar una determinada cantidad para posibles imprevistos.
  • Un Cuaderno de presupuesto general y contabilidad personal, en el que se reflejen todos los ingresos y gastos mensuales, que permita analizar de forma global nuestra economía, para tomar posibles decisiones de ahorro y detectar problemas latentes de sobreendeudamiento.

4. RESUMEN DE RECOMENDACIONES BÁSICAS ANTE EL ENDEUDAMIENTO.

Pedir un préstamo es uno de los actos de mayor repercu­sión que se pueden efectuar. Sea o no hipotecario va a "hipo­tecar" nuestro nivel de vida y nues­tro futuro económi­co. Puede incluso tener consecuencias catas­tró­ficas para quién lo soli­cita. Por ello resulta asombroso consta­tar que, a pesar de las múlti­ples advertencias de las Asociacio­nes de Consu­midores y otras Instituciones, la mayoría de las personas firman crédi­tos sin la suficiente reflexión, y sin estar completa­mente informados y aseso­rados sobre las condi­ciones de los mismos.

Por ello, hemos recopilado, sin afán exhaustivo, las reco­mendaciones básicas que, a nuestro entender, deben transmitirse a los consumidores que se estén planteando solicitar un crédito o que estén pagando algún préstamo

  • Un crédito supone comprar dinero con unos intereses que siempre van a ser superiores a la inflación, por lo tanto solo debe acudir a ellos cuando sea realmente necesario y con plena conciencia de la carga que va a suponer para su futuro económico.
  • Aunque vea mucha cordialidad en su banco, y reciba mucha publicidad amable sobre los créditos, no olvide nunca que los inte­reses económicos del prestamista (bancos y cajas) y del pres­tatario (consumidor) son, por definición, contrapues­tos. Aún dando por descontada la buena fe y honestidad de los bancos, estos van a aspirar (legítimamente) a su propio benefi­cio y por ello difícilmente pueden ser los conse­jeros perfec­tos para orientarle sobre un préstamo. Antes de tomar una decisión tan trans­cendente asesó­rese en su organiza­ción de consumido­res, o a través de personas o entidades de su confianza.
  •  La gran baza del consumidor es la competencia interbanca­ria. Pregunte al menos en tres bancos o cajas distintos las condicio­nes que le ofrecen para su préstamo y, decídase por el que le ofrezca mejores condiciones, sin dejarse llevar por ninguna consideración ajena al propio crédito. Recibir un préstamo no es comprar acciones y, una vez concedido, su única relación con el banco debe ser pagarlo.
  •  Nunca firme el contrato de crédito sin conocer y haber entendido por completo todas las condi­ciones del mismo. No vale una lectura apresurada en el momento de la firma. Por ello no tenga ninguna vergüenza en tomarse el tiempo que preci­se para leer bien todas las condiciones y, si hay aspectos o tecnicis­mos que no ve claros, no tenga reparos en pedir previa­mente informa­ción escrita de las condiciones para poder aseso­rarse convenien­temente. El apresu­ramiento propio de estas situacio­nes o la timidez le pueden jugar una mala pasada.
  • No hay duda de que el tipo de interés al que se le conce­da el préstamo va a ser el factor básico para que elija una determinada entidad bancaria pero se equivoca­ría si cree que es el único. De hecho, lo más probable es que encuentre tipos de interés coincidentes en distintos bancos, y sin embargo sean otras cuestiones (gastos de apertura, forma de pago, comisiones por pago ade­lantado, etc.) las que resulten decisivas.
  • Tenga en cuenta que los créditos llevan aparejados una serie de gastos que muchas veces sorprenden a los consumido­res que no están previamente informados: comisiones de apertu­ra, tasadores, gastos notariales etc. Exija que le informen clara­mente al respecto antes de decidirse.
  • Hemos dicho que no debe comprometerse a unas obligaciones de pago del préstamo poco realistas o que le acaben resultando imposibles de cumplir no permitiéndole hacer frente con norma­li­dad a sus propios gastos. Pero todo ello no le debe ocultar una verdad matemáti­camente incues­tio­nable: cuanto menor sea el plazo de amortización mejor, porque siempre pagará menos intereses y comisiones.
  • Negocie, y renegocie con su banco las condiciones más ventajosas posibles. No dé por sentado que las condiciones que le ofrecen para un crédito son un "lo tomas o lo dejas". Menos aún piense que las condiciones que pactó en su día son inamo­vibles. En un contrato de préstamo las condiciones pueden ser negociadas y renegociadas cuando existe acuerdo entre las partes, y son muy amplias las posi­bilidades de novación y subro­gación en los préstamos hipoteca­rios. Posiblemen­te los responsa­bles del bancos o cajas con los que va a con­tratar su préstamo tienen un mayor margen de maniobra para la negocia­ción parti­culariza­da de los presta­mos del que suelen aparen­tar.
  • La ley de oro de los préstamos: haga los números por Vd., mismo, tanto para decidir la contratación del préstamo, como para vigilar el cálculo de los recibos que le pasen al cobro, y en los que no son infrecuentes los errores. Un crédi­to es una cuestión de números, no de buenas pala­bras o impresiones subjetivas que pueden ser manipuladas. Pruebe a sumar, por ejemplo, la cantidad total de dinero que va a pagar durante la vida del crédito: es fácil de hacer y, el resul­tado le parece­rá sorprendente. Quizá le haga pensarse dos veces la petición del préstamo.