Cuando aparecieron las tarjetas de crédito, nadie creía que el llamado “dinero de plástico” pudiera llegar a tener la acepción y uso que tienen en la sociedad actual, donde raro es quien no tiene, al menos, una de estas tarjetas y todos estamos acostumbrados a usarlas como medio de pago habitual. Sin embargo, aún no tenemos la misma tranquilidad a la hora de confiar nuestros ahorros a los “bancos electrónicos”. Pero parece que esa inicial desconfianza tiende ya a diluirse.
Uno de los factores que más fuertemente lastran el desarrollo del comercio electrónico, es el deseo humano de ver, tocar, oler o probar aquellos productos que se van a comparar. En la banca electrónica ocurre lo mismo: parece que todavía tenemos la necesidad de que el dinero circule por nuestras manos, de tocarlo para saber que existe y que este mes hemos cobrado.
Por esta y otras razones, el despegue de la banca electrónica no ha sido tan fulgurante como se preveía en un principio y han sido millonarias las pérdidas que los bancos virtuales han sufrido en los últimos años. Pero parece que ese temor que inevitablemente inspira cualquier novedad en nuestras vidas, y no digamos ya si viene de la mano de la tecnología, se va diluyendo con el paso del tiempo.
En Estados Unidos, punta de lanza del desarrollo de la red y tradicional avanzadilla de cómo funcionará en Europa al cabo de unos pocos años, hay ya 37 millones de ciudadanos que confían en los bancos virtuales para depositar sus ahorros y realizar sus operaciones bancarias más frecuentes.
En este sentido, es Suecia la que más confía en la banca electrónica, y más del 50% de los internautas la utilizan habitualmente. Desgraciadamente, en países como el nuestro, donde el uso de Internet todavía es casi minoritario, sólo el 25% de los internautas confía en los servicios bancarios virtuales, porcentaje que nos coloca emparejados con países como Grecia. Aún así, según estudios realizados en Europa, se prevé que para el año 2007, el 51% de los europeos utilice estos servicios.
La banca virtual
También en España hay razones para ser optimistas: de los seis grandes bancos que operan exclusivamente en la red, cinco han visto reducidas sus pérdidas de forma notable, e incluso uno de ellos espera obtener beneficios en este año. Para ello han sido necesarias unas grandes y costosas campañas de marketing, encaminadas a crear marca y a vencer el desconocimiento y el miedo de los potenciales usuarios. En los últimos años hemos podido ver a personajes famosos anunciando cuentas con alto interés, hipotecas por debajo de lo habitual, vallas publicitarias, anuncios en televisión, páginas enteras en prensa, patrocinio de actividades deportivas y en general uno de los mayores esfuerzos publicitarios de los últimos años.
Pero las tácticas para atraer clientes no se basan sólo en campañas de publicidad más o menos agresivas, sino que se ha desatado una batalla por ver quién es capaz de dar más por nuestro dinero, o pedirnos menos por el suyo: en la red podemos encontrar depósitos y cuentas que nos rentarán hasta un 7%, hipotecas con diferenciales del 0,25% y otros productos financieros realmente interesantes.
Nadie duda a estas alturas de las ventajas que ofrece la banca electrónica: plena operatividad, funcionamiento 24 horas al día, sea o no festivo, reducción de costes para el banco y el cliente, aumento de rendimientos, ahorro de tiempo, comodidad, etc.
La banca tradicional
De todas esas ventajas ha tomado buena nota la banca tradicional, que está empezando a empujar a sus clientes hacia la red, ofreciéndole menores comisiones, más interés para sus cuentas y depósitos, préstamos a intereses más bajos y otras ventajas si se deciden a usar ventanillas virtuales. La reducción de costes que implica que un cliente realice sus gestiones desde su casa, compensa con creces los más de 60 millones de euros que algunas entidades han gastado para adaptarse a este nuevo modelo bancario, aún contando con la ventaja con respecto a los bancos que operan exclusivamente en la red, de tener una amplía cobertura de oficinas físicas a las que los usuarios pueden seguir acudiendo.
Cómo funciona
El funcionamiento de la banca virtual es, por lo general, muy sencillo. Cuando solicitamos el servicio, nos llegará a nuestro domicilio una tarjeta con nuestro nombre de usuario y nuestra contraseña, además de los códigos para realizar operaciones. Una vez introducidos nuestros datos en la wed del banco, podemos acceder a todas las cuentas que hayamos dado de alta, y realizar con ellas las operaciones más frecuentes, para lo que tendremos que introducir alguno de los códigos de la citada tarjeta, con la seguridad de que estamos actuando en un entorno seguro y sin restricción de horarios ni sufrir las colas de ventanilla.
SEGURIDAD EN LA RED
A pesar de que todas las entidades bancarias que operan en la red utilizan potentes códigos de seguridad para que nadie más que el titular tenga acceso a sus datos, no está de más saber cómo cerciorarse del uso de técnicas de cifrado, fundamentales para mantener nuestra privacidad.
Siempre que estemos en una página “segura” aparecerá en la dirección la expresión “https://”, en lugar del habitual “http://”; esa letra “s” al final indica la seguridad del sitio que visitamos. Además, y de forma más visual, en la parte inferior de nuestro navegados aparecerá una llave o un candado cerrado. También podemos saber por donde movernos si pulsamos el botón derecho del ratón y visitamos el menú “propiedades”, que nos indica si estamos en un lugar seguro e incluso el protocolo de seguridad que se está usando.
UN EJEMPLO
La Kutxa, Caja Gipuzkoa San Sebastián es una de las entidades tradicionales que se ha sumado a la fiebre de la “e-banca a través del portal kutxa.net. Si hemos solicitado el alta en este servicio sólo tendremos que introducir nuestro nombre de usuario y la contraseña en el formulario inicial. Una vez hecho esto, accederemos a un menú de pestañas, mediante el que podremos acceder a las operaciones más frecuentes, siendo necesario para realizar determinadas operaciones gestiones que impliquen movimiento de dinero, introducir además la clave que aparece en la tarjeta de identificación del usuario