El swap hipotecario - o contrato de permuta financiera - se presenta desde la Banca como un ‘seguro’ que cubre al hipotecado ante las subidas de los tipos de interés. Pero en realidad es un producto de inversión altamente especulativo y expuesto a pérdidas. El consumidor lo contrata sin que conozca realmente su naturaleza.
Un producto complejo y arriesgado
Consiste en ‘apostar’ por la evolución de un subyacente, el tipo de interés de la hipoteca, en este caso. El principal ‘atractivo’ con que se colocaba indiscriminadamente era que sustituía por un periodo de tiempo -entre 2 y 5 años normalmente- la referencia de la hipoteca al Euribor por un tipo fijo ‘pactado’. De esta forma, en lugar de evolucionar la cuota mensual de la hipoteca al antojo de los cambios del Euribor se cambiaba a un sistema de cuotas fijas. Sin embargo el clip tiene un carácter especulativo. Se ‘apuesta’ con el banco el tipo de interés. De forma que el consumidor paga el tipo ‘pactado’ y percibe el tipo de interés vigente en el mercado. Si el tipo de interés sube por encima del ‘pactado’, el cliente gana la diferencia, pero si baja, ha de afrontar los pagos. El clip tiene dos componentes: el componente hipotecario, que fija el tipo de interés que se paga por la hipoteca; y el componente de ahorro-inversión especulativo, con el cual el cliente percibe o paga, según el tipo de interés esté por encima o por debajo respectivamente del tipo fijado.
Lo que la banca no cuenta
Los comerciales y directores de oficina han basado sus falsos argumentos en que el clip es un producto que “sólo beneficia al cliente”. Porque fija el tipo de interés evitando que las sucesivas subidas del Euribor encarezcan más aún la cuota. En la falsa ‘explicación’ del producto no se enfatizó en la posibilidad de liquidaciones negativas en caso de bajadas de los tipos de interés.
Cientos de afectados claman que los comerciales de las entidades financieras prometieron que el Euribor iba a seguir subiendo y que, por tanto, sólo ganarían dinero con el clip. Sin embargo, la realidad era muy distinta. Bancos y cajas tienen información sobre los mercados y la marcha de la economía. Cuando en julio de 2008 se alcanzó el máximo histórico del Euribor y se mantuvo estable hasta noviembre, las entidades financieras sabían que el índice iba a bajar en virtud de las expectativas económicas y de las previsiones de rebaja de tipos por parte del Banco Central Europeo. Bankinter, por ejemplo, operaba en aquel momento con unas perspectivas de Euribor a corto plazo del 2%. Aún así, las entidades siguieron vendiendo clips a los ciudadanos a sabiendas de que les iban a resultar muy perjudiciales. Preguntados sobre la posibilidad de pérdidas por la bajada en los tipos y la facilidad para cancelar el producto, se recibía invariablemente la misma respuesta: “se cancela el clip, sin ninguna comisión”. Cierto es que los clips no tienen comisión de cancelación. En cambio, para cancelar el clip había que llevar a cabo un cálculo por medio de una incomprensible fórmula matemática. Para sorpresa de los afectados, el coste de la cancelación oscilaba habitualmente entre los 3.000 y los 15.000 euros. En la explicación del clip no hubo constancia de esta operación de cancelación.
Cancelar el clip: una odisea cara
Como media, el coste de cancelar el clip asciende al 10% del valor total cubierto. El coste es directamente proporcional al tiempo que reste para acabar el contrato y a la diferencia entre el tipo pactado y el tipo vigente. El clip bancario penaliza brutalmente a los consumidores en el momento actual que el Euribor está en mínimos, de forma que la mayoría de consumidores no puede cancelarlo y tienen que afrontar las enormes liquidaciones en su contra.