Si no estás de acuerdo con una factura (telefonía, gas, electricidad…) y decides no pagarla, podrían suspenderte temporal o definitivamente el servicio e incluso podrían cobrarte los gastos de devolución. Si dejas de pagar solo una parte de los servicios, por ejemplo, el acceso a Internet, solamente te cortarán ese servicio concreto.
Además, pueden incluirte en un fichero de morosidad, lo que te puede impedir acceder a diferentes servicios bancarios (tarjetas de crédito o un préstamo). Y si te cambias de compañía estando en uno de estos ficheros, puede que te nieguen el alta por este motivo.
Así que, si tienes algún problema con tu compañía, intenta solucionarlo con ella. Si no lo consigues, pon una reclamación. Guarda siempre las facturas junto con el contrato, la publicidad y los mensajes relacionados con la contratación del servicio, para presentarlos junto a la reclamación.